Sigo sintiendo su voz, su recuerdo, sus caricias, sus sabores, sus manías, sus amaneceres. Herida eterna que desgarró algo más que mi piel. Sueños que se transformaron en pesadillas tras la última campanada. El Sol Surgió y por un segundo sentí a Dios. Miré en todas direcciones buscando pedir auxilio y no encontré miradas sinceras. Tuve que decir adiós, que ponerme en Paz con la Eternidad a la que sentí que estaba siendo arrastrado, pero la misma roca que me hirió me ofreció ser ancla, me ofreció ser mi clavo ardiendo...Nunca dejará de doler, nunca se lo dejaré de agradecer. Siete Meses de aquel amanecer...
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